martes, 25 de abril de 2017

Eco invernal

Recuerdo aquel frío invierno en el que los sueños pisaban sobre sucias hojas de periódico cubriendo la vereda y los muñecos cobraban vida para volver a mostrarme que todo merecía la pena. Recuerdo la cálida sensación del hielo en el viento que me transportaba a un fantástico mundo paralelo, donde lo extraño y la extravagancia bailaban en mí con suma elegancia sobre un profundo fango tintado de negro. Todo ello derrochaba tantos significados que me costaba lograr ordenarlos, solo sé que para caminar sobre aquel lodo tan hondo, se debe haber estado antes en el fondo.

Quizás deba saltar al vacío o nadar mar adentro, esperando encontrar los retoques de lo perfecto que culminen con la grotesca obra de algún otro nuevo engendro.

Recuerdo el tupido velo de la niebla matinal cual suave seda impregnada en los cristales al caer la helada y la vibrante sensación que en mí evocaba el regresar a aquel lugar cada mañana. Recuerdo los viajes eternos de punta a punta modelando con mis sueños las facciones de una bruja, mientras las dantescas melodías acunaban el cúmulo de mis días sobre un maravilloso lienzo de temática oscura. Por mí brotaron con mayor consciencia las raíces de un pasado desertor, canalizadas a través de la sangre del frío, encarriladas con la fuerza del calor.

Seguiremos alimentando los sueños en las altas montañas, sin dejar de aprender de la nada, para recobrar en nosotros mismos la razón tantas veces como haga falta.


Recuerda que lo extraño siempre cobra el mejor de los sentidos y lo extravagante luce delirante el más elegante de los vestidos. Recuerda que la magia siempre se guarda en todo aquello que escapa de la ignorante comprensión humana y que la verdadera belleza infinita se halla en la cara más abstracta de la vida.

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