Recuerdo aquel frío invierno en el que los sueños pisaban
sobre sucias hojas de periódico cubriendo la vereda y los muñecos cobraban vida
para volver a mostrarme que todo merecía la pena. Recuerdo la cálida sensación
del hielo en el viento que me transportaba a un fantástico mundo paralelo, donde
lo extraño y la extravagancia bailaban en mí con suma elegancia sobre un
profundo fango tintado de negro. Todo ello derrochaba tantos significados que
me costaba lograr ordenarlos, solo sé que para caminar sobre aquel lodo tan
hondo, se debe haber estado antes en el fondo.
Quizás deba saltar al vacío o nadar mar adentro, esperando
encontrar los retoques de lo perfecto que culminen con la grotesca obra de
algún otro nuevo engendro.
Recuerdo el tupido velo de la niebla matinal cual suave seda
impregnada en los cristales al caer la helada y la vibrante sensación que en mí
evocaba el regresar a aquel lugar cada mañana. Recuerdo los viajes
eternos de punta a punta modelando con mis sueños las facciones de una bruja,
mientras las dantescas melodías acunaban el cúmulo de mis días sobre un maravilloso
lienzo de temática oscura. Por mí brotaron con mayor consciencia las raíces de
un pasado desertor, canalizadas a través de la sangre del frío, encarriladas con
la fuerza del calor.
Seguiremos alimentando los sueños en las altas montañas, sin
dejar de aprender de la nada, para recobrar en nosotros mismos la razón tantas
veces como haga falta.
Recuerda que lo extraño siempre cobra el mejor de los
sentidos y lo extravagante luce delirante el más elegante de los vestidos.
Recuerda que la magia siempre se guarda en todo aquello que escapa de la
ignorante comprensión humana y que la verdadera belleza infinita se halla en la
cara más abstracta de la vida.
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